Este sábado Carles Puigdemont, expresidente de la Generalitat de Cataluña y prófugo de la justicia española, ha llevado su desafío a la localidad francesa de Perpiñán, a la que el nacionalismo más expansionista denomina pomposamente la “Cataluña Norte”. A la performance han asistido decenas de miles de nacionalistas catalanes llevados en autobuses subvencionados por "entidades civiles" subvencionadas a su vez por la Generalitat de Cataluña con dinero de todos los catalanes. Más allá de los habituales bailes de cifras, que podrán oscilar entre unas pocas decenas de miles y los poco creíbles 200.000 asistentes que afirma Puigdemont (y que no salen ni sumando la totalidad de autocares mas el censo completo de Perpiñán), las grandes dudas son ¿Qué se pretende conseguir realmente con este nuevo órdago? y sobre todo ¿Cuáles pueden ser las consecuencias reales del mismo? He aquí algunas reflexiones.
¿Qué se busca?
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Autoafirmación. El propósito primero y más evidente es una nueva reivindicación de la imagen del líder fugado. Desde luego presentarse en Francia a muy pocos kilómetros de la frontera española, moviéndose con total libertad y ostentando su condición de eurodiputado es todo un golpe de efecto. "¡Eh españoles!. ¡Estoy en Cataluña y no podéis tocarme! ¡Europa es más democrática que vosotros y no comparte vuestra persecución!". Ese es el mensaje a transmitir, por más que no sea todo cierto (Francia no es Cataluña y Europa aún ha de pronunciarse sobre una posible suspensión del acta de Eurodiputado de Puigdemont que permitiría su extradición), pero semejante "chuleo" será sin duda un golpe de efecto catartizante, muy del agrado del independentismo más radical, que necesita más que nunca nuevos estímulos ante la postura dialogante de Esquerra Republicana.
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Golpe a la disidencia. Otro de los objetivos del expresidente prófugo sería el de acabar con las discrepancias dentro de su partido con una llamada al orden a las distintas corrientes, y muy especialmente a aquellos ex-convergentes que añoran aquél catalanismo pactista que Esquerra parece haberles arrebatado y cuyo retorno vinculaban a la imagen de Artur Mas, a quien tras expirar su inhabilitación algunos veían como la esperanza de un nuevo liderazgo más alejado de la confrontación. Sin embargo la presencia en Perpiñán del quien puso en marcha el Programa 2000 de Jordi Pujol (y al hacerlo acabó con la formación convergente) junto a los mensajes de "movilización permanente" de Puigdemont son para este sector moderado toda una bofetada, pues todo el pactismo ha quedado ya en manos de Esquerra, dejando huérfano al espectro nacionalista más posibilista y bussiness-friendly, que ocupaba el centro-derecha y que ahora no tiene literalmente a quién votar, forzado a elegir entre un nacionalismo de izquierda y anti sistema o un centro derecha no nacionalista al que hasta hace poco señalaban con el dedo y llamaban "fascista".
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Inicio de campaña. En Cataluña estamos permanentemente en campaña, pero esta performance sería un mal disimulado inicio en toda regla para las próximas y aún no agendadas elecciones catalanas.
¿Qué puede provocar?
Pasemos ahora a analizar las diversas consecuencias que este encuentro podría tener en el panorama político actual.
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Evidenciar la división del nacionalismo. Como he comentado antes, el acto se ha percibido en el resto de partidos nacionalistas como un acto de campaña, lo que ha llevado a las críticas de Esquerra Republicana (que apenas se ha dejado ver) y al rechazo de la CUP (que no ha querido ni presentarse) pese a que es de los tres partidos nacionalistas el que con más ímpetu reivindica el expansionismo y la anexión de los llamados "Païssos Catalans".
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Respuesta del gobierno francés. No podemos pasar por alto que el acto de Puigdemont pretende atraer la atención mediática europea sobre Perpiñán en lo que se va a considerar una reclamación de esa zona del sur de Francia como parte de la "república catalana". Francia es un estado mucho menos tolerante a las formaciones nacionalistas que España, por lo que este desafío expansionista difícilmente va a ser pasado por alto. Los franceses aún tienen recientes los daños causados por los cortes en la Jonquera y los enfrentamientos de radicales secesionistas con la Gendarmerie, y el gobierno de Macron ya tiene suficientes problemas en casa como para que venga nadie a excitar posibles nacionalismos periféricos en territorios que ya de por sí son complicados de gestionar en la distancia.
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Rechazo de las instituciones europeas. Europa considera a los nacionalismos uno de sus principales problemas. Sin embargo hasta ahora la diplomacia europea ha evitado inmiscuirse en el movimiento nacionalista catalán por considerarlo "un asunto interno del gobierno de España". Desde el momento en que el desafío nacionalista catalán supera las fronteras españolas para reclamar una parte de otro país miembro, como es el caso del Estado francés, el problema deja de convertirse en un asunto interno del gobierno de España para convertirse en un desafío a la cohesión de los estados miembros. Esto podría hacer que Bruselas tuviese finalmente una coartada para involucrarse y tomarse en serio las bravatas de los nacionalismos. Este nuevo clima facilitaría la revocación del acta de diputado de Puigdemont, cuyo ansia expansionista ya amenaza con desestabilizar a dos de los estados más antiguos de Europa (o tres, si tomamos en serio sus declaraciones sobre la localidad italiana de el Alguer). En Europa ya se está unificando la lucha contra el Nacionalismo, el Fascismo y el racismo como una lucha combinada contra los tres ejes de un mismo problema (lo demuestran organizaciones como United for Intercultural Action www.unitedagainstracism.org). En este sentido el capricho auto indulgente de Carles Puigdemont podría salirle muy caro a su causa.
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Reacción de los Perpiñaneses. Perpiñán es un municipio pequeño, de poco más de 100.000 habitantes, tantos como las personas que pretende traer Puigdemont en autobús. La mayoría de los Perpiñaneses hablan francés (su único idioma oficial) y según la última encuesta, solo un 2% de la población se siente exclusivamente catalana, ya que un 11% se siente tan catalana como Francesa y un 86% completamente francesa. Por tanto la reclamación de Puigdemont sobre Perpiñán no tiene apenas apoyos en esa localidad, por lo que casi todos los aplausos que arranque su comparecencia en la "Catalunya Nord" serán de la gente que ha traído en autobús. Muchos Perpiñaneses que aguantan con paciencia las injerencias del nacionalismo catalán en su zona pueden empezar a pensar que la cosa va en serio y denunciar la situación, como ha sucedido con el alcalde de l'Alguer (italia) que ha denunciado a Omnium Cultural por "prácticas coloniales".
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Reacciones a la amenaza del coronavirus. Parece un tema baladí pero la explosiva propagación de este patógeno es ahora la principal preocupación de los ciudadanos europeos. La Organización Mundial de la Salud ha recomendado limitar los desplazamientos a pocos kilómetros y las reuniones multitudinarias a poco más de 1000 personas. Es muy mal momento para que nadie pretenda desplazar a 100.000 personas de un país a otro durante cientos de kilómetros y varias horas de viaje, encerrados en autobuses para concentrarse en una localidad cuyo número de habitantes apenas alcanza a la cantidad de gente que Puigdemont pretende reunir. Una invasión en toda regla que no solo pretende inundar de nacionalismo una localidad en la que el apoyo a su causa es minoritario, sino que también puede concentrar y propagar el temido Covid-19. Aparte de la manifiesta irresponsabilidad de no cancelar este acto por puro orgullo personal, las posibles consecuencias de producirse un contagio masivo serían lamentables en términos de salud pública y catastróficos si hablamos de la imagen del líder nacionalista. Titulares como "El virus nacionalista invade Francia" serían evidentemente de lectura muy superficial, pero también una imagen subliminal muy poderosa del peligro que para la cohesión de los estados europeos suponen los nacionalismos.
Solo el tiempo confirmará el impacto que este desafío tendrá en la escena política.
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