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Pablo Casado se marca "un Rivera"

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El líder de los populares traza una línea roja a su izquierda y rechaza una confluencia con Ciudadanos en Cataluña         
Voces Layetanas
José A. Ruiz 24/11/2020 2237
Otra oportunidad perdida.  Otro líder endiosado que comienza a trazar líneas rojas y a desdeñar alianzas creyendo tener de su parte a más gente de la que tiene.  Y el adiós a una oportinidad única: La conjunción de las fuerzas constitucionalistas cuando el nacionalismo se ha desmembrado.
Sonaban hace unos meses aires de un "Juntos por la concordia" (por decir algo) que hubiera podido incluir a PSC, Ciudadanos y PP, una fórmula triunfadora, pero de la que todos recelaban, y el que más el PSC, ahora ya irremediablemente autoexcluido por sus evidente preferencias por ex-golpistas y ex-terroristas.  Quedó entonces la menos contundente pero también muy efectiva fórmula de "Cataluña Suma" que hubiera integrado a los votantes de Ciudadanos y Partido Popular junto a un buén puñado de indecisos y desencantados del PSC y de otras formaciones.  Una fórmula que ya demostró su valía en Navarra y que solo los pactos socialistas con Bildu lograron descabalgar.
Pero esta fórmula ha sido bombardeada en su línea de flotación por la miopía de un Pablo Casado que cada vez más emula los fallos del ex-lider de Ciudadanos, creyéndose ganador y decidiendo que cualquier alternativa ha de llevarse a cabo en torno a su formación.
Lo que parece desconocer Casado es que el capital en votos del Partido Popular, nada desdeñable en el conjunto de España, está muy menguado en Cataluña.  Un partido Popular, para más INRI, en el que Pablo Casado lo tiene todo por demostrar, y que rechaza a un Ciudadanos que tampoco vive sus mejores tiempos, sin un líder catalán reconocible y en el que solo esa frustrada alianza hubiera movilizar a un votante cansado y dado una opción viable a los desencantados con el socialismo de la era Bildu-Podemos.  Una estrechez de miras que, una vez más, nos saldrá cara a los catalanes, pues sin saberlo, Casado está ayudando a Sánchez a insuflar aire a un secesionismo agonizante en el momento en que este más lo necesita, dotando a Esquerra Republicana de una primera posición que el partido independentista tratará de vender como hegemonía ideológica aunque solo sea una aritmética favorecida por la ley D'Hondt, con PP y ciudadanos disputándose los últimos puestos para que la fuerza más votada acabe siendo la abstención.
Decepcionantes, una vez más, los políticos de nuestra era.  Una muestra más del talante cortoplacista que nos aboca a un precipicio en el que la política se torna en un problema más de la ciudadanía en lugar de ser la solución y que, en horas bajas, puede hacer pensar a más de uno en un exilio voluntario.

Tal vez sea el momento de fijarse en esos otros partidos que aún no ven la luz.  Partidos que huyen de los extremos y reivindican posiciones más centradas, especialmente en ese enorme espacio vacío que es el caladero de votos de la izquierda no nacionalista.  Siglas que aparecen y desaparecen sin lograr la necesaria atención, como Izquierda en Positivo, Tabarnia Libre, dCIDE (antiguo CINC), Unidos Si u otras formaciones que quedan siempre descartadas por el ansia del "voto útil".  ¿Pero qué pasa cuando ningún voto es útil?  Si alguna de las fuerzas principales nos representa, debemos apoyarla, pero antes que votar con la nariz tapada o resignarnos a la abstención, tal vez debamos unir cabeza y corazón para apoyar a quien trabaja por lo que creemos.

                   

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